Bienvenidos al confinamiento de Selores. Desde el podcast “Voces al otro lado del Argayo”, vamos a trasladaros un trocito de la vida que estamos llevando aquí, en este rincón del mundo. En Cantabria. Somos muy afortunados, ya que podemos salir al jardín, mirar al monte y escuchar todo lo que nos cuentan los pájaros y demás bichejos.
Hoy, más que nunca, vivir aquí tiene un sentido y confirma nuestra elección de vida. No es fácil vivir en un pueblo de menos de cincuenta habitantes, y más cuando vienes de fuera y no conoces a nadie. A veces sientes que falta la chispa de la ciudad con su gente abierta y dispuesta a tomar cañas a todas horas, el bullicio de los cines o teatros a rebosar, la comodidad de tener cualquier tienda al alcance… Y el aislamiento se hace notar.
Pero cuando reflexionas y haces balance, hay que rendirse a la evidencia. Aquí respiramos aire puro, la tranquilidad es infinita y nuestros ruidosos vecinos nos encantan (herrerillos, lechuzas, petirrojos…).
Julieta puede corretear por el jardín, montar en bici por mil caminos, ir andando al colegio, subirse a los árboles… Mirar un horizonte verde. Eso ya es mucho.
Es buen momento para que todos meditemos sobre la vida que llevamos. Ahora nuestros hijos están encantados de que pasemos tanto tiempo con ellos, los animales han recuperado el espacio que les habíamos robado, y hemos dado un buen respiro a la Tierra. Esto nos debe hacer replantearnos muchas cosas.
Basta de consumismo loco, de viajes sin ton ni son al otro lado del globo, de cruceros multitudinarios que dejan un reguero de suciedad y destrucción en los mares, de vuelos a diez euros, de maltratar a los animales y al planeta. Parece que la Tierra nos sacude de encima, qué curioso.
Me viene a la cabeza la célebre frase de Mafalda “Que se pare el mundo que yo me bajo”. Y eso es lo que todos deberíamos hacer: bajarnos del mundo. Esta es la oportunidad para detenernos y pensar. Despacio y con calma,. alejados del frenesí de nuestra vida habitual. Creo sinceramente que nos falta enfoque y concentración. No quiero caer en las frases cursis que se dicen estos días, pero sí debemos plantearnos nuestra filosofía vital como individuos y como ciudadanos.
Estaría bien volver al inicio, a los tiempos en los que no estábamos entontecidos por las pantallas, las apuestas, el consumismo atroz. Cuando íbamos a comprar a la tienda del barrio y tenía productos de temporada, cuando existían mil tiendecitas especializadas y te dabas el paseo de una a otra para encontrar lo que querías, cuando nos parábamos a saludarnos y hacer vida común en directo.
Teníamos tiempo y nos cundía. Ahora la frase más escuchada es “No me da la vida”. No puedo entender cómo convivimos con esto como si nada, es terrible. Es la aceptación de que la vida nos ha superado y no sabemos estar en ella. Basta. Adiós. No puede ser.
Yo me niego a que la vida vaya tan deprisa. Y es que no es ella, somos nosotros. Nos hemos acelerado por culpa de la tecnología. Las máquinas van tan rápido que nos arrastran. La información es inmediata, las series son a la carta e instantáneas, los videojuegos son pura droga… Y todo es para desconectarnos de nosotros mismos. De la realidad. De la naturaleza. De la humanidad.
Desde nuestro humilde rincón a lo Hobbiton, os invitamos a dar al pause, sonreír y degustar la vida de poco en poco. Saboreándola.
Hoy hablaremos de cómo estamos viviendo la cuarentena, y entrevistaremos a otra locutora rural extremeña, Ainhoa Miguel. Un placer haberla conocido y tener tantas cosas en común.
Abrazos y hasta el próximo podcast.